Capítulo 10: La promesa
Ya
faltaba solo un día para que acaben las clases y tres días para la fiesta de
promoción. Como
era costumbre,
el último día de clases se hacía una pequeña fiestita de despedida, donde todos
compartíamos bocaditos y decíamos algunas palabras, yo quería que ese día dure
para siempre. Desde
que llegue a mi querido colegio, estuve hablando con mi mejor amiga, la iba
extrañar mucho en las vacaciones pero prometimos visitarnos, yo quería ir a la
misma secundaria que ella, así que le dije que me avise donde se matricularía
para seguir estando juntas, ella era como mi hermana, y sabía que nuestra
amistad era para siempre y que deberíamos estar juntas para apoyarnos la una a
la otra, esa fue nuestra promesa que aún perdura hasta ahora y sé que es para toda la vida,
justo mientras hablábamos recuerdo que mi amigo Rodrigo se acercó y me dijo: Mariana, José te manda esto,
era una pequeña carta sencilla pero de gran contenido, Tatiana me dejó sola para leerlo, yo no sabía que
podría decirme en esa carta así que la leí rápidamente, mi amigo me había escrito, que me quería mucho, que yo le
gustaba pero que era muy tímido como para decírmelo, y que sabía que a mí me
gustaba alguien más, él se dio cuenta que me gustaba Manuel, lo sabía desde
antes por eso nunca me dijo nada. En ese momento, me di cuenta que habían personas muy
buenas a mi alrededor que me querían y que yo no me había dado cuenta antes,
aunque nunca le pude corresponder a José, a él y a cada uno de mis amigos y
amigas los llevo siempre presente en mi corazón porque formaron parte de mi
niñez, jugaron y compartieron experiencias tan hermosas e imborrables conmigo. Y aunque ahora después de varios años no los veo a todos como antes, aún los recuerdo a cada uno de ellos,
porque es verdad que los verdaderos amigos dejan huellas y aunque no todos
hayan sido mis mejores amigos, yo los recuerdo por el simple hecho de haber
compartido muchas experiencias conmigo por bastantes años.
Después
de leer la carta estuve buscando a José, para agradecerle por el detalle, pero al
parecer se había escondido bien porque no lo encontré, pero si vi a Manuel, mi
querido Manuel. Aún
recuerdo su rostro claramente, tan tierno y dulce como siempre, me acerqué a él y me senté a su lado, él estaba
pensativo, le pregunte en qué
pensaba, y me dijo: Pienso en que será de mí, que haré después, pienso en el día en que quiera
verte, te necesite y no estés, pienso que este día debería ser eterno y… sin terminar de decir su última frase, él
solo me abrazo, pude notar que estaba haciéndose el fuerte para no llorar pero
sus lágrimas caían en mis hombros,
eso me llego al corazón, yo quería llorar con él pero sabía que debía
tranquilizarlo, le dije: No llores, nos veremos de todas formas, no vivimos tan
lejos, nuestras casas están muy cerca, si quieres nos podemos visitar, puedes
venir a mi casa cuando me necesites, siempre podrás contar conmigo para todo,
siempre serás mi buen amigo, él me miro secándose las lágrimas y me dijo: me
prometes que me esperarás a
pesar de no estar juntos, si algún día yo no estoy, ¿me seguirás queriendo como ahora? ¿no me olvidarás? Prométemelo, porque yo jamás te podré olvidar…
Yo le respondí: lo
prometo, sabes que no podré olvidarte después de todo lo que me has estado
molestando este año, es imposible no recordarlo, y nos reímos juntos, justo en
ese momento sonó la campana de salida, los niños salían felices porque empezaron
las vacaciones, yo recordé por un instante todo lo que había vivido en ese mi
querido colegio desde que estuve en primer grado, que rápido había pasado el
tiempo, pero fue la mejor época de mi vida sin lugar a dudas.
Manuel
me dijo al oído: te veo en dos días, para darte tu regalo, y se fue corriendo
mostrándome su linda sonrisa, lo vi alejarse y me dije a mi misma: Ahí va mi
primer gran amor…
La
fiesta de promoción llegó,
me fui con mi mamá a hacerme mi peinado, me encontré con dos de mis amigas en la
misma peluquería, estuvimos hablando de lo que haríamos después y de que nos
visitaríamos en las vacaciones, fue divertido, así nos sentimos el tiempo que se tardó la
peluquera en hacernos el peinado, me fui a casa a cambiarme, mientras me ponía
mi vestido, en mi mente estaba la imagen de Manuel, me imaginaba bailando con
él un vals, como una princesa, desde pequeña ya era muy romántica y
sentimental, siempre andaba idealizando e imaginando cosas, eso no ha cambiado
mucho en mi hasta ahora.
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